¡Hola a todos!
Primero quiero agradecer a mi gran amiga Mar, porque gracias a ella mi blog tiene este nuevo look que me encanta. Fue una sorpresa encontrarme en el correo con tan bellas imágenes con las que me siento muy identificada.
Amiga de mi corazón, eres una divina, un sol, y una gran diseñadora con una imaginación preciosa. ¡GRACIAS! Sabes cuánto te quiero.
Por otro lado, vengo a informarles, junto a Mar también, que tenemos el sueño y la ilusión de ver nuestra novela compartida, Lazos de Amor, publicada. Aunque todavía falta un poco para que eso ocurra, queríamos ponerlas al tanto.
No nos hemos olvidado de la historia y tenemos que pedir disculpas por no subir capis en estas dos semanas. Andamos las dos con muchas cosas, y estamos algo retrasadas, pero en breve subiremos la continuación.
Queremos decirles también, que los capítulos que ya están en nuestros blogs, los vamos a retirar y solo dejaremos el último. Esto es debido a lo que ya dije antes, que queremos publicarla.
Bueno, por ahora nada más.
Gracias por seguir ahí, aunque no comenten, sé que están.
Cariños, Mimi.
viernes, 31 de mayo de 2013
martes, 14 de mayo de 2013
Lazos de Amor - Capítulo 17
CAPITULO 17
Lo que en un principio había resultado tedioso,
terminó siendo de lo más divertido. Eso es lo que pensaba el mayor de los
hermanos Harrison acerca de la cena a la que su madre lo había obligado, como
solía hacer, a asistir. Cumpliendo la formalidad luego de la misma, y tras
saludar a los invitados caballerosamente, se escabulló de la mansión para ir al
encuentro de su amigo Bonham. Habían quedado en que se encontrarían en el local
de Charlotte; extrañaba sobremanera a las chicas que tan cariñosamente solían
atenderlo. Desde su partida, habían sido muy pocas las veces que había podido
disfrutar de una buena compañía. El Saloon del pueblo no brindaba demasiado, y
aunque saciaba la vista con Sara, cortejarla como se suponía debía hacerlo le
había costado horrores. Pero ya recompensaría su agonía esa noche y luego con
su estrenada novia y esposa, lo que no significaba olvidarse por completo del
local de Charlotte.
Al llegar, encontró a su amigo sentado en una de las
butacas, con un vaso de whisky en una de sus manos. Parecía taciturno. Desde
que había regresado que lo había notado extraño y más decaído de lo habitual.
Sin embargo, no le dio demasiada importancia, hablar del tema era distraerse y
si Edward quería contarle sobre su estado, de seguro ya lo habría hecho. Se
dejó caer en uno de los sillones frente a él y suspiró. Por fin podía
relajarse. Una de las chicas de Charlotte, le acercó una copa y él no sólo
saboreó su contenido, sino que también se deleitó con la vista; el delicado y
transparente batín naranja que llevaba puesto dejaba traslucir su esbelto
cuerpo, el mismo que había disfrutado en más de una ocasión. Walter le guiño un
ojo y ella le dedicó una sensual sonrisa al tiempo que giraba y se encaminaba
hacia la escalera, lo que significaba que apenas si tendría algo de charla con
su amigo. Observó a Edward que miraba con intensidad a una de las chicas.
— ¡No me lo puedo creer! —exclamó incrédulo.
— ¿Qué? —se sorprendió éste.
— No deberías mirar de ese modo a esa muchacha —le
espetó, no podía creer lo ingenuo que podía ser su amigo.
— Yo… —balbuceó— No miraba a nadie —dijo nervioso.
— Nos conocemos demasiado bien, Edward, y me parece
perfecto que disfrutes con la joven, pero enamorarte de ella sería un error y
lo sabes. ¿Es por eso por lo que tu padre esta de ese humor?
— ¿Amor? ¿Tú me hablas de amor? —rió nervioso,
aunque Walter tenía razón. Se había fijado en una de las chicas de Charlotte,
la misma que apenas si le llevaba el apunte y aunque había compartido una noche
con ella, había sido la única, pero la mejor de su vida— Tonterías —agregó— Tú
lo has dicho, esas son cosas de niñas infantiles. Y respecto a mi padre,
últimamente vive fastidiado intentando enseñarme lo que sabe que yo jamás podré
aprender.
— No me engañas, pero respeto tus palabras. Solo espero
que no seas estúpido, esa muchacha es una mujerzuela. Puedes tener las amantes
que gustes, pero si deseas casarte, deberías pensar en alguna señorita de buena
familia. —Edward se removió inquieto en su butaca. Sabía que Walter tenía
razón, pero ¿quién entiende al corazón cuando descubres que es capaz de amar
sin importar nada? Volvió a llenar su vaso, lo había vaciado de un solo trago.
— De buena familia... —pensó en voz alta— ¿Qué me
dices tú? ¿Acaso esa joven del pueblucho en el que estuviste lo es?
— Eso es diferente. —le restó
importancia— sabes que me encanta fastidiar a mi hermano y sospecho que
Sara le importa más de lo que él cree, sacársela es para mí una diversión y
además fue gratificante ver como mi madre se exaltaba. —rió con humor.
— Tú siempre importunando a la familia. —dijo sin
gracia y se levantó para acercarse a la ventana que tenía a su derecha. No
quería comenzar una discusión sin sentido con Walter— Dejémonos de tanta
cháchara, mañana debo levantarme temprano y me gustaría disfrutar de una buena
noche, ¿no piensas lo mismo, amigo? —giró, pero no lo miró, sino que dirigió la
vista a la mujer de batín lavanda por la que suspiraba, quien por fin se había
decidido a acercársele. Walter, al notarla, se levantó interponiéndose, quedando
frente a ella y sobresaltándola.
— Hola, preciosa. —le dijo.
Edward apretó los puños a los costados y caminó en
dirección a otra de las chicas, notando la mirada triste de Tricia cuando le
vio pasar de largo. Walter disfrutó de la frustración de su amigo y sin
miramientos enlazó la cintura de la joven guiándola hacía las escaleras que
daban acceso a las habitaciones. Al ver como ambos desaparecían por el pasillo
superior, Edward solo pudo salir del local deseando cantarle las cuarenta a su
supuesto amigo que en los últimos tiempos se comportaba con demasiada crueldad,
pero absteniéndose de hacerlo para no generar un escándalo.
Walter besó a Tricia con pasión frente a la puerta y
antes de ingresar a la habitación la dejó libre— Lo siento, cariño, pero hay
alguien más que me interesa que esta noche sea mi compañía. —le dijo y entró
para encontrarse con la joven morena del batín naranja.
Tricia sabía que no podía enfadarse ni meterse con
uno de los clientes, pero no había podido sacarse de la cabeza a Edward desde
que lo había visto. Y si bien habían compartido una noche que jamás creyó que
iba a tener en su vida, la que había pasado con él había sido la única y la
mejor. Se fastidió cuando el señor Harrison se le había interpuesto en su
camino, pero Charlotte le había dicho que cualquiera que quisiera algo con
ella, debía obedecer, por lo que no podía disculparse con él para seguir su
camino hacia el señor Bonham. Sintió que su corazón se oprimía en su pecho
cuando notó como apretaba los puños y salía de la casa en cuanto Walter la
acercaba a una de las habitaciones. Y lo peor fue que el señor Harrison la
dejara cual trapo después de usarla para dañar a su amigo. Sabía que en parte
así debían ser ellas, pero tenía la ilusión de que alguno pudiera fijarse en
ella de otra forma. Qué ilusa —Se dijo y bajó dirigiéndose hasta la puerta sin
darse cuenta, mirando, melancólica, el exterior con la esperanza de poder
encontrarlo a lo lejos, lo cual no fue así. Triste, giró y se dedicó a recoger
la copa que Edward había dejado sobre la mesa baja. Bebió el resto del
contenido en su interior, degustando el líquido en su boca como si fuera un
beso que él le había guardado allí y cerró los ojos para evitar que las
lágrimas pudieran salir.
Tras pasar una noche de lujuria con la joven morena,
Walter salió resuelto al exterior descubriendo que ya estaba a punto de
amanecer. Caminaba con el corbatín colgando de su mano y la ropa algo
desacomodada. Rió. Si su madre lo viera en ese estado pondría el grito en el
cielo. Silbaba alegremente, había sido una velada que lo dejó más que
satisfecho. Iba a extrañar esas noches en un principio, cuando no pudiera salir
por sus primeras obligaciones matrimoniales, pero estaba seguro que no iba a
dejar de pasar cuantas veces pudiera por lo de Charlotte. Tan ensimismado iba
en sus pensamientos que no notó que alguien lo seguía y antes de que pudiera
darse cuenta, lo abordó el mismo hombre misterioso que hacía tiempo le había
entregado aquel sobre que había recluido en el cajón de su oficina.
— No cumplió con lo solicitado —le dijo con voz
ronca y sin nada de caballerosidad— Deberá acompañarme en este instante. A mi
jefe le urge verlo.
— No son horas para visitas —se excusó— Puede
concertar una cita...
— Me acompañará ahora, le guste o no. —lo cortó el
hombre tomándolo por el brazo e instándolo a caminar a su lado. Walter se
resistió— Lo hará por las buenas o por las malas, pero vendrá conmigo —habló
casi sobre su oído hincándole en su espalda la punta del arma que llevaba en
uno de los bolsillos del abrigo. Walter sintió un escalofrío
recorrerle la columna vertebral.
—Está bien. —cedió finalmente.
Callejearon durante unos minutos angustiosos hasta
llegar a la fachada de uno de los locales más conocidos por el juego de sus
mesas. Muchos hombres de bien se gastaban cantidades ingentes de dinero sin que
le temblaran las manos. A la entrada se encontraba un hombre de color y gran
tamaño, encargado de la admisión al recinto, que se apartó en cuanto los vio
para darles paso. Tras subir unas escaleras de madera que crujieron bajo sus
pies, llegaron a una habitación en penumbra que olía a tabaco, el mismo
que Walter solía fumar de vez en cuando. El hombre lo soltó cerca de una
butaca en la que cayó por el empujón brindado y Walter se acomodó en ella a la
espera de no sabía qué.
Dada la situación en la que se encontraba, con un
hombre que había notado tenía demasiada fuerza y otros tantos de igual aspecto
que había descubierto apostados por el lugar, era tonto pensar en que podría
escapar. Sin embargo, sabía de antemano que la astucia que lo caracterizaba le
iba ser de utilidad, por lo que esperó, no tan pacientemente, a lo que fuera.
La luz se hizo más fuerte cuando un hombre ataviado muy elegantemente hizo su
entrada.
— Señor Harrison, es un gusto que pueda acompañarme
—dijo sarcásticamente Carl Glover, dándole la espalda hasta acercarse al
escritorio que tenía en frente. Allí giró y se apoyó sobre el mismo, cruzando
sus brazos sobre el pecho. Walter levantó la vista hacia el hombre. Estaba
vestido con un traje en color beige, elegante, de buena calidad. De mediana
estatura, pulcramente afeitado y con apenas una pelusa sobre su cabeza,
mantenía la vista fija sobre él y una media sonrisa en sus labios.
— Imagino que se preguntará por qué le he citado
aquí.
— Si citar es traerme a la fuerza... —respondió—
aquí me tiene.
— No se lo tome a mal, pero mis razones tengo —con
un gesto instó a su hombre a salir para hablar a solas— Verá, mi nombre es Carl
Glover y necesito de sus servicios.
— No puedo decir que sea un gusto conocerle, señor
Glover. Al grano, ¿qué desea? —dijo poniéndose de pie.
— ¿Una copa? —le ofreció dirigiéndose hacia la mesa
supletoria para servirse una e ignorando sus palabras y su postura tensa.
— Al grano —insistió Walter.
Carl rodeó el escritorio, se sentó en el sillón
detrás del mismo y posó su mano libre sobre una de las carpetas allí
depositadas— Me han informado que usted es el mejor abogado penalista.
— Lo soy —se jactó Walter— pero no es mi intención tomar
un caso del que desconozco. Tengo mucho trabajo acumulado por hacer.
— Pues lo pondré al tanto entonces, mi hermano
pequeño se ha metido en un problema y acabó preso. Quiero que le saque de allí
—expresó y dio unos sorbos del líquido.
— Seguro encontrará alguien más que pueda hacerlo.
Como le dije, no me sobra el tiempo.
Tras garabatear una cifra en un papel, Glover se
levantó y se lo tendió— Esto es lo que le ofrezco para comenzar. Imagino que
podrá hacer un lugar en su tan apretada agenda.
Walter lo tomó, pero no se dignó a mirarlo— ¿Acaso
sigue cada uno de mis pasos? —lo enfrentó. ¿Quién se creía que era ese hombre
para llevarlo a la fuerza hasta ese lugar y ofrecerle un caso que no sabía si
iba a aceptar?
— Si quiere puedo aumentarla —lo instó a que
viera el papel— Sabrá disculpar mis modos, pero dese cuenta que mi hermano es
muy importante para mí y lleva casi dos meses en ese apestoso lugar. Lo único
que busco es liberarlo, sin importar cuánto deba pagar por ello.
— La cifra no es... —dijo mirando el papel que tenía
en la mano y quedándose en silencio por tan desorbitante suma— Puedo pensarlo
—dijo finalmente— Pero no le aseguro nada. Debo estudiar el caso detalladamente
—tomó la copa con el líquido ambarino que el señor Glover le había alcanzado y
dio unos sorbos.
Carl hizo lo mismo— Dos días, es lo único que puedo
darle —le dijo.
— Es usted muy ingenuo si cree que en dos días lo puedo
estudiar — expresó Walter sentándose en la silla frente al hombre.
— Dos días —dijo entregándole el informe—
luego espero su opinión. Si decide llevar el caso le daré otra cantidad
considerable.
Walter levantó la barbilla en un gesto de
superioridad. No se fiaba del hombre, pero la suma ofrecida le hacía cosquilla
en sus manos, y si estaba dispuesto a pagar una nueva, no se lo pensaría
demasiado— Haré lo posible. —le dijo tomando la carpeta y poniéndose de pie.
— Me alegro. Ha tomado la decisión correcta, señor
Harrison —Carl le tendió su mano huesuda para sellar el trato. Walter
dudó, pero aun así la estrechó y metió luego el papel en el bolsillo de su
pantalón para salir del lugar con la carpeta bajo el brazo.
El señor Glover se acomodó en el sillón y sacó
un habano de la caja que tenía a un costado, encendiéndolo y dando unas
bocanadas. Soltó el humo, el cual formó unas líneas difusas a su alrededor y
reflexivo se mesó la rala cabeza pensando que pese a ser el mejor abogado en
Laureen City, Walter Harrison tenía algo que no le agradaba y estaba seguro que
no podía fiarse de él al completo. En su vida había cometido muchos errores,
aprendiendo de cada uno de ellos, por lo que no iba a dejar nada librado al
azar.
— ¿En qué piensa, jefe? —le preguntó Marc
al ingresar tras la salida de Walter.
— Tengo mis dudas respecto a Harrison. No dudo que
es el mejor abogado, pero no quiero sorpresas. Su porte de superioridad me
disgusta. Manda a Stefan a que lo siga y vigile. Que sea discreto, sabes que
detesto los errores, Marc.
— Como usted diga —expresó y salió para cumplir sus
órdenes.
***
La luz del sol se filtraba por la ventana en el
comedor de la casa de los O´Conaill. Sobre la mesa estaban dispuestas las telas
ya cortadas y a media costura para el vestido de novia de Maryan y en las
sillas alrededor a la misma se encontraba su madre junto a las mujeres Gray.
Máire y Emily charlaban animadamente, mientras que Maryan sonreía feliz bordando
los detalles en el final de una de las mangas. Sara, como últimamente solían
encontrarla, estaba perdida en sus pensamientos. Maryan la miraba de
soslayo de tanto en tanto, sabía que algo le pasaba, pero imaginaba que delante
de sus respectivas madres no iba a ser fácil sonsacarle qué era.
Cavilando una forma de quedarse a solas con su amiga
y como si su madre le hubiera leído el pensamiento, Máire expresó:
—¡Vaya, mira la hora que se ha hecho!
Emily oteó el reloj de cuco de la pared y dejo la
labor sobre la mesa para levantarse— Los parroquianos están a punto de llegar
para el almuerzo.
—Lo sentimos chicas, pero Emily y yo debemos ir al
café —dijo Márie— Mi niña, no te preocupes hoy por la atención, que no serán
muchos. Entre Emily y yo nos apañaremos. Sigan que lo hacen de maravilla.
Ambas mujeres saludaron y se retiraron juntas.
Maryan sonrió divertida, su madre era una mujer muy perceptiva.
Esperando unos minutos para ver si Sara comenzaba a
desembuchar, en vista de que nada parecía asomarse a sus labios, fue directa al
grano como era últimamente su costumbre— O me dices por qué estas tan callada y
distraída o te lo saco con un tirabuzón.
Sara apenas levantó la vista de su labor— No es
nada. —negó, a sabiendas de que su amiga no la creería.
—Nada. —la imitó tontamente, dejando la aguja
clavada en la almohadilla y soltando la tela que tenía entre manos. Cruzó los
brazos sobre su pecho y la miró seriamente— No me lo creo, Sara, te conozco. Habla
de una vez. ¿Algo te hizo Malcom y no me contó? —Sara negó con la cabeza— ¿El
Harrison que vive adulándote? ¿El otro, tal vez?
Sara dejó el bajo de la falda que estaba bordando
sobre la mesa, sabía que Maryan no iba a dejar de preguntarle y se puso de pie
para acercarse a la ventana— Walter me propuso matrimonio —expresó mirando a
través de la misma en apenas un susurro.
Maryan abrió la boca y la cerró, ¿había escuchado
bien? Pese a que tenía que reconocer que ese hombre lograba distraer a Sara
respecto de todo lo sucedido con el rancho y Malcom, algo en su interior le
decía que aparentaba ser algo que no era.— ¿Qué ha hecho qué? —preguntó
demostrando sorpresa.
— Me oíste perfectamente, Maryan —giró Sara para enfrentarla—
Y me dio tiempo para pensarlo hasta su vuelta.
Sin meditar en sus palabras, Maryan habló levantando
las manos— ¡Qué considerado! Yo que tú no aceptaría. ¿Tienes que pensarlo,
acaso? Ese hombre no me gusta, Sara, y pongo en duda que Brandon sea su
hermano, son tan distintos.
Sara la miró ofuscada ante el comentario y gesto de su
amiga — Brandon es… un cenutrio que no le llega ni a la suela del zapato a Walter;
es un fastidio andante que no hace más que entrometerse en mi vida para
complicarla.
— Por cómo te pones y por lo que dices no parece que
te fuera indiferente —dijo esperanzada con que Sara pudiera sentir algo por
Brandon.
— Olvídalo —expresó sentándose y tomando nuevamente
la labor entre sus manos— Al final, no sé para qué te lo he contado.
— Porque necesitabas hacerlo, Sara. Piénsalo bien
antes de decidir, por favor.
— No tengo que pensarlo, aceptaré, Maryan. —contestó
ofuscada.
— ¿Sabes lo que supone casarse? Es para toda la vida.
¿Estás dispuesta a estar al lado de Walter para siempre? ¿Acaso lo amas?
Amor. Sara no estaba segura si esa palabra cabía en
su vida. Walter la trataba como a una princesa, siendo detallista, diciéndole
bonitas palabras. No es que ella tuviera mucha experiencia en esas lides, pero
él era el único hombre que la había hecho sentir hermosa. Y aunque Brandon sí
la había besado, no queriendo pensar en lo que había sentido al respecto, no
podía perdonarle todo lo que había hecho de su vida.
— Creo que es lo mejor que puedo hacer. Si me quiere
como esposa, imagino que me ama y yo me siento a gusto a su lado. Él será el
comienzo de esa nueva vida de la que tanto me ha hablado Malcom.
— ¿Estás segura que te ama, Sara? Porque yo lo
dudo. Veo como te mira, sí, y está embelesado contigo, pero de ahí a amarte. No
es por decir que no pueda hacerlo —se apuró a decir ante la cara que ella había
puesto— pero estoy segura de que ese hombre no puede sentir amor más que por sí
mismo.
Sara se retorció las manos entre sí haciendo que
algunos canutillos se soltaran del bordado. Comprendía lo que su amiga le
decía, pero necesitaba escapar y con Walter tenía una posibilidad de hacerlo— No
es tan así, Maryan y no todo el mundo tiene un amor como el tuyo con Malcom.
Hay muchos matrimonios por conveniencia, donde la pareja no se ama, pero con
los años aprenden a hacerlo. No puedo negarme la oportunidad ser yo parte de
una de ellas.
— Nadie dice que no lo puedas intentar, pero casarte
con él sería irte lejos también. ¿Estás dispuesta a dejar el pueblo y vivir en
la ciudad? ¿Dejarás atrás los campos que tanto amas?
— Necesito un nuevo comienzo, alejarme de tantos
recuerdos que no me ayudan a avanzar. Compréndeme amiga, no puedo estar siempre
mirando atrás.
Maryan sintió que el corazón se le estrujaba con las
palabras que Sara había expresado— Si es lo que deseas —le dijo finalmente,
pese a no aceptar que quisiera casarse con Walter— sabes que estaré a tu lado,
solo espero que sepas lo que estás haciendo.
— No lo sé —soltó con angustia— pero necesito
alejarme.
— Sara, por favor —se acuclilló a su lado— si lo que
quieres es ausentarte por un tiempo, sabes que nuestras familias estarán
dispuestas a hacer lo necesario para que realices un viaje, para que recuperes
fuerzas. Casarte con Walter no es la solución —siguió insistiendo. Sin embargo
la determinación en el rostro de su amiga le hizo ver que ya había tomado una
decisión.
— Viajar tampoco lo es, Maryan, porque al volver
seguiré igual, viviendo donde no quiero, sintiendo que tu eres feliz con mi
hermano, sabiendo también que mi madre no dejará de sufrir igualmente por mí.
Ser la esposa de Walter es lo que necesito. Sé que no lo entiendes, que jamás
podrás hacerlo, pero aquí —dijo tocándose el pecho— el dolor me oprime y Walter
logra amenizarlo. A su regreso le daré el sí y nada ni nadie me hará cambiar de
opinión —se secó de un manotazo las lágrimas que habían caído por sus mejillas
y respiró profundo. Tal vez estuviera equivocada como Maryan se lo quería hacer
notar, pero tampoco podía seguir sintiendo lo que sentía. Necesitaba alejarse
de las tierras que adoraba y que ya no le pertenecían; pero más que todo,
quería alejarse de Brandon quien la había juzgado sin conocerla y que había
hecho estragos en su corazón tras sus inusuales encuentros, porque no podía
amarlo, hacerlo significaba perdonarlo y no estaba dispuesta a ello.
Maryan hizo lo suyo con las gotas que también
cayeron por su rostro y se abrazó a su amiga— No intentaré persuadirte más,
Sara, y aunque no esté de acuerdo y siga sin comprender tu decisión, sabes que
puedes contar conmigo.
— Lo sé —expresó ésta— Gracias. Ahora lo mejor será
que sigamos cosiendo si quieres que tu vestido esté listo a tiempo, sabes lo
poco que me gusta coser —intentó dar humor al asunto para disipar la angustia
que se había anidado en el comedor.
— Por eso te dejé a ti las partes menos visibles,
así no se notan los errores —intentó Maryan también poner un poco de su parte y
ambas rieron mientras terminaban la labor en silencio.
martes, 7 de mayo de 2013
Lazos de Amor - Capítulo 16
Próximamente la encontrarás en Amazon. Ya avisaremos.
Gracias por interesarte en ella.
Cariños, Mar y Mimi.
Gracias por interesarte en ella.
Cariños, Mar y Mimi.
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